Sin duda alguna, una de las mas famosas Guerras de la Historia Griega es la
Guerra de Troya un conjunto de poemas escritos por Homero y que se encuentran en sus libros "la Odisea y la Iliada", que ha inspirado tantos libros, películas e
historias varias que la han hecho mundialmente famosa. Sin embargo, pocos saben cual fue el origen del conflicto: una curiosa disputa divina.
Habiendo sido invitados los dioses y las diosas a las bodas de Tetis y Peleo, solamente la Discordia fue excluida del festín,
desterrada como estaba del Olimpo por causa de las continuas disputas y
trastornos que entre los dioses promovía, por temor a que ni siquiera
en una tan feliz circunstancia cejara en su empeño de sembrar el
desorden y la disidencia.
Esta exclusión hirió en lo más vivo a la diosa, y decidió vengarse de la manera más hábil posible, y apareciendo al final de la comida envuelta en una nube, arrojó sobre la mesa una preciosa manzana de oro que llevaba grabado en el costado las palabras a la mas hermosa. Y fue así que se inició una pelea para decidir la dueña del litigioso regalo: la soberbia Hera apelaba a su cualidad de reina de los cielos para ser merecedora de tal honor, la brillante Atenea, a su indudable ejemplaridad y legendario tino en todo aquello que se propusiese, y la lujuriosa Afrodita a su calidad de diosa de la belleza y el amor carnal, sin que ninguno
de los otros olímpicos plantearanse siquiera dar la razón a una u otra
de ella, por temor a la legendaria ira de las tres diosas.
En mitad de la discusión, Hermes ensalzó los méritos del troyano Paris, hijo del Rey Príamo, y aconsejo a los dioses que le tomaran por árbitro en la disputa. Llevado el príncipe ante las diosas, pusieron estas en juego todas las seducciones posibles para tenerlo favorable. Hera le prometió riquezas, Atenea la gloria de las armas y Afrodita que le daría la más bella mujer del mundo. Afrodita fue la elegida
por el príncipe troyano y en medio de los aplausos del Olimpo obtuvo el
premio de la belleza, mientras que Hera y Atenea, celosas y humilladas,
decidieron perder a Paris, a su familia y a toda la nación troyana.
Fue así que cuando Afrodita cumplió con su palabra y consiguió para Paris los amores de Helena de Esparta, esposa del rey Menelao, que renunció de su patria y abjuró de sus sentimientos de esposa, Hera y Atenea consiguieron urdir la conjura por la cual todos los reinos de Grecia dejaron temporalmente sus diferencias de lado para enviar inmensos ejercitos a la ciudad de Troya para el rescate de la reina confundida por la diosa del amor,
dando así comienzo a la larga y cruenta guerra que, tras suponer el
fin de muchos insignes héroes griegos, terminó con la destrucción de la
misma Troya.
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